Aquí tenemos el final de una serie de relatos que comencé a publicar en febrero de este año. Aunque la segunda parte se publicó solo dos meses después de la primera, esta tercera parte ha demorado bastante. Aún así, espero que quienes hayan conocido las dos primeras partes y querían leer el desenlace sigan por aquí. Y para todos aquellos que no lo han leído y quieran saber de que va la historia, aquí les dejo el link para la primera y la segunda parte:
Amar Haciendo El Amor (I)
Amar Haciendo El Amor (II)
Amar haciendo el amor III
Froto mis ojos antes de acomodar mis brazos sobre el pupitre y mi cabeza sobre ellos. Me siento extrañamente cansado. He estado soñando con Víctor durante varios días, siempre en las mismas circunstancias. Siempre que sucede eso despierto muy cansado, como si realmente me hubiera pasado la noche entera teniendo sexo con Víctor.
-Te dije que estaría aquí -oigo decir a una voz conocida.
Volteo la mirada hacia la puerta de mi salón, y tal como lo sospeché al oír la voz se trata de mi amigo Miguel, acompañado de Samuel. Los dos entran al salón en el que me encuentro (en el cual solo hay además de mí unos cuantos compañeros más que decidieron quedarse en el salón después de que nos anunciaran que el profesor no se presentaría).
-¡Hola! ¿Cómo estás? -pregunta Miguel mientras se sienta de lado en la banca frente a mí y Samuel hace lo mismo en la que está al lado de la mía.
-Hola -le regreso el saludo, y luego, creyendo que no tiene sentido fingir añado-: Algo cansado, pero bien.
-¿Por qué cansado? -pregunta Samuel mientras se balancea sobre su banca.
-No he podido dormir bien -contesto.
-¿Tiene que ver con Víctor? -pregunta Miguel.
Volteo a ver a mi amigo totalmente confundido. ¿Por qué él piensa que tiene que ver algo con Víctor? No puede imaginarse lo que ha estado pasando cada noche en mis sueños, ¿o sí? Aquello es sencillamente impensable, inimaginable.
-¿Por qué tendría que ver con Víctor? -le pregunto mientras intento mantener una expresión neutral, aunque por dentro siento como el miedo me invade completamente.
-Porque no te has juntado con nosotros desde el día en que tú y Víctor se fueron a “platicar” -me contesta Samuel, con un leve énfasis en la voz que hace que me confunda aún más.
-Eso solo es coincidencia -les contesto mientras cierro los ojos por un momento para bostezar-. Solo es que he estado algo ocupado.
-¿Seguro? -inquiere Miguel.
Veo a mis dos amigos con atención. Sus expresiones me parecen extrañas. Estoy acostumbrado a verlos divertirse, a verlos reír con chistes o incluso a sus caras de excitación cuando cuentan sus aventuras. Nunca los había visto como en este momento: molestos, preocupados.
-Por supuesto que estoy seguro -respondo-. ¿Qué les sucede a ustedes?
Mis amigos se lanzan una mirada de complicidad antes de que Miguel me conteste.
-Israel, Víctor no tiene derecho a hacer lo que se le venga en gana -me dice Miguel con la rabia tiñendo su voz-. Si te hizo algo lo mejor es que nos lo digas ahora.
-¿Hacerme algo como qué? -pregunto yo. Aquello si me confunde totalmente. ¿Qué demonios piensan mis amigos que pudo haberme hecho Víctor?
-Israel, aunque no lo digamos ya la mayoría de nosotros sabemos que eres gay -comenta con mucho tiento Samuel.
-¿La mayoría de ustedes? -contesto mientras siento que los colores se me suben a la cara. Aquello no puede ser cierto. ¡Si eso es algo de lo que no estoy seguro siquiera yo!
-Bueno, no puedes esperar que por ejemplo Juan y Alfredo se den cuenta -contesta Miguel mientras pone los ojos en blanco-. Vamos, si ni siquiera se dan cuenta cuando le gustan a una chica. Uno tiene que ser el que se los ande diciendo.
-Dejémoslo en que Miguel y yo lo sabemos -agrega Samuel-. Creo que los demás si no lo saben por lo menos lo sospechan. Digo, tampoco se necesita ser un genio para darse cuenta que no te gustan las mujeres.
Bajo mi cabeza abochornado. ¡No es posible que los demás ya se hayan dado cuenta de aquello que a mí me ha tomado tanto tiempo aceptar!
-No tienes nada de que avergonzarte Israel -me dice Miguel mientras me toma del brazo-. Eres gay, ¿y qué? No por eso dejas de ser nuestro amigo.
Siento un terrible arrebato de agradecimiento hacia Miguel. A pesar de que no suelo charlar mucho cuando estoy con ellos, me doy cuenta que entre nosotros sí ha crecido un lazo que nos une.
-Sin embargo, el que seas gay no le da derecho a Víctor de hacer lo que se le venga en gana -añade mi amigo.
Aquello me vuelve a confundir. ¿De qué demonios está hablando Miguel? Volteo a verlo solo para ver su expresión de molestia y preocupación nuevamente. Miro a Samuel buscando alguna explicación, pero él solo me mira perspicazmente, como si estuviera esperando alguna reacción de mi parte.
-¿De qué hablan? ¿Qué creen que me hizo Víctor? -inquiero mientras miro uno al otro alternativamente.
-Víctor se las puede dar de muy machito -contesta Miguel-. Pero yo sé bien que ese wey se tira a cualquier cosa que se mueva y tenga un agujero para penetrarlo. Pero si cree que contigo puede hacerlo solo porque eres gay está muy equivocado.
-¡Santo cielo! ¿En qué están pensando? -grito debido a la sorpresa, al mismo tiempo que me pongo de pie. ¿Cómo es que Miguel sabe aquellas cosas sobre Víctor? Dudo que él se lo haya contado, ya que a mí me dijo que no quería decírselo a ningún otro de los chicos.
-¿Te ha hecho algo relacionado con eso Israel? -me pregunta Samuel mientras él y Miguel se ponen de pie también.
-Porque si es así ahorita voy y le parto toda su madre -expresa Miguel mientras golpea una de sus manos con la otra.
-No, no, no -niego-. De verdad Víctor y yo jamás… ¿Cómo se les ocurre?
-¿Entonces por qué quería estar solo contigo? -inquiere Samuel perspicazmente.
-Quería que habláramos -respondo-. Sobre la chava que le gusta. Creía que yo era el que mejor podía entender su situación.
Mis amigos parecen relajarse ante aquella respuesta.
-Bueno, entonces no es tan idiota como creíamos -comenta Samuel mientras asiente distraídamente.
-Sí, la verdad es que yo también te buscaría a ti si se tratara de hablar sobre enamoramientos -opina Miguel-. Sin embargo, eso no explica porque desde ese día has estado evadiendo reunirte con nosotros.
-Ya les dije que he estado ocupado -contesto con una sonrisa-. Pero intentaré dejar que mis deberes ya no me absorban tanto. No es bueno también que pase tanto tiempo solo y sin amigos.
-Eso espero wey -me dice Miguel mientras me da un ligero golpe en el hombro-. Bueno, de todas formas me alegra haber aclarado las cosas. Sobre todo teniendo en cuenta que mi impulso inicial había sido ir a golpear directamente a Víctor.
-Y si yo no le digo que mejor primero habláramos contigo sí lo hace -comenta Samuel para después reírse-. Bueno Israel, entonces te dejamos. Cuídate y nos andamos viendo.
Miguel se despide chocando su mano contra la mía, aunque Samuel me da un abrazo. Uno de esos abrazos raros donde más parece que chocas contra el otro que otra cosa, pero el gesto es lo que importa. Mis amigos se marchan, dejándome nuevamente solo. Una vez que se fueron me doy cuenta de algo tremendamente cómico y comienzo a carcajearme. Mis amigos estaban enfadados porque creían que Víctor había hecho algo que yo me moría porque hiciera, y que sin embargo no había hecho más que en mis sueños.
——❤——
El tiempo corre de una manera extraña para mí últimamente. Los días me parecen eternos, sobre todo debido al cansancio que me produce no dormir bien por las noches. Sin embargo, al pensarlo, me parece sorprendente que hayan pasado quince días desde que habíamos hablado Víctor y yo sobre su enamoramiento, pues esas dos semanas se me han pasado volando. Extrañamente mis días son más largos que mis semanas.
-Israel -oigo una voz frente a mí.
En ese momento me doy cuenta que Víctor se encuentra justo frente a mí. Iba distraído, pero al verlo de repente ahí sonriéndome, cuando voy saliendo del baño, no puedo evitar enfocar mi atención totalmente en él.
-Ah hola -le digo. Lo único que pienso es que ojalá no me esté poniendo rojo. Porque no me sorprendería después de apenas haber visto a Víctor los últimos quince días, a excepción de mis sueños, donde estaba en unas situaciones que… bueno, es mejor que Víctor no se entere de ello, creo.
-¿Dónde te has metido todos estos días? -pregunta de repente él mientras se borra su sonrisa y un gesto de preocupación aparece sobre su rostro.
¡Qué cosas! ¿Por qué me siento más nervioso ante la idea de que él se preocupa por mí? Aquello no puede ser bueno.
-He estado ocupado -le contesto, de la misma manera en que lo hice con Samuel y Miguel.
-Ah, vaya -dice él mientras frunce los labios-. Entonces, ¿no tiene nada que ver conmigo?
-¿Por qué tendría que ver contigo? -le pregunto confundido.
-Pensé que lo habrías notado y habrías decidido echarte a correr -dice él mientras comienza a mover un pie nerviosamente.
-¿Qué fue lo que noté? -inquiero mientras siento mi confusión crecer.
Él me mira un momento detenidamente, como si buscara algún indicio de que mi reacción es fingida. Sin embargo, no hay nada que fingir. ¿Qué demonios cree él que habría notado que me habría hecho evitarlo?
-¿Entonces no dedujiste quien es la persona que me gusta? -pregunta él.
-Pensé que no la conocíamos -le digo yo cada vez más confundido.
Víctor vuelve a quedárseme viéndome atentamente. Al final parece decidir que no finjo, porque su sonrisa vuelve a surgir espontáneamente, haciendo que mi corazón dé un brinco.
-Ah, olvídalo, estoy loco -dice él-. Oye, ¿crees que podamos charlar nuevamente un rato?
-Este… tengo pendiente una tarea de matemáticas -contesto, agarrándome a lo primero que se me ocurre-. No creo tener tiempo en la tarde.
-Oh, vaya… -dice él luciendo frustrado, aunque inmediatamente recupera su confianza-. Tengo una excelente idea. Yo también tengo tarea que hacer. ¿Por qué no vienes a mi casa o yo voy a la tuya después de clases y aprovechamos para hacer la tarea y charlar?
No encuentro una razón para negarme a aquello, así que antes de separarnos Víctor logra que le prometa que nos veremos a la salida para ir a mi casa a hacer la tarea. Una vez hecho eso, él entra al baño y yo me dirijo hacia mi siguiente clase. Mientras voy por el camino no dejo de darle vueltas en mi cabeza a lo que me ha dicho. ¿Por qué creía que yo me echaría a correr al saber quien le gusta a él?
Después de un rato, se me ocurre una explicación, y la verdad me aterroriza saberlo. Si es cierto lo que me dijeron Samuel y Miguel sobre que todos sospechaban que era gay, quizás Víctor ya sabía que a mí me gustaba él. Quizás por eso creyó que yo ya no querría nada con él. Aunque si él sabía que a mí me gustaba él y a él no le importaba, tal vez podríamos seguir siendo amigos.
——❤——
Me encuentro a la salida de la escuela con Víctor, y en cuanto nos juntamos comenzamos a caminar hacia mi casa. Durante el camino se me hace fácil olvidar cualquier cosa que me preocupe sobre si Víctor ya sabe que me gusta, ya que se porta muy bromista y me hace reír constantemente. Resulta que además de los chistes sobre sexo que suele contar cuando estamos en compañía de los demás también se sabe otros igual de divertidos pero sin esa clase de contenido. Es imposible seguir tenso cuando uno se divierte de aquella manera.
-¿No hay nadie? -pregunta él una vez que entramos a mi casa y nos recibe el silencio.
-No, mis padres trabajan y mis hermanas estudian por la tarde -le contesto yo.
-Tu casa es bastante agradable -comenta él mientras entramos a la sala.
-Gracias -le respondo yo con una sonrisa.
Dejamos nuestras mochilas sobre un sillón, sacamos los cuadernos que necesitamos y aunque yo propongo la mesa él dice que porque no mejor simplemente nos tumbamos sobre la alfombra. No encuentro ningún pero, si bien jamás lo he hecho. Me pongo con los problemas de matemáticas, aunque intento hacerlos despacio pues no quiero terminarlos rápidamente y que Víctor se de cuenta de que solo buscaba un pretexto cuando hablamos en la escuela.
Sin embargo, mi reticencia resulta innecesaria. Víctor resulta ser realmente malo en matemáticas, todo lo contrario de mí, por lo que paso mucho tiempo intentando explicarle como resolver los problemas que le dejaron de geometría analítica.
-No, así no se calcula eso -digo sin poder aguantarme la risa ante un intento de resolución de un problema por parte de Víctor bastante cómico.
-¿No? -pregunta él confundido. Incluso frunciendo el ceño me parece extremadamente lindo.
-Te lo explico de nuevo -le digo con calma mientras me acuesto justamente a su lado.
Hasta que no termino de explicarle el método que debe de seguir no me doy cuenta de lo cerca que me he colocado de él. Desde donde estoy puedo ver perfectamente su perfil mientras él se concentra en su cuaderno, donde nuevamente comienza a hacer cálculos. Siento como mi corazón comienza a acelerar mientras veo sus bellas facciones y siento el calor de su cuerpo a tan solo unos centímetros del mío. Nada me costaría acercar un poco más mi cuerpo al suyo, incluso podría hacerlo pasar por un movimiento casual y así podría estar junto a él como nunca antes he estado, a excepción de mis sueños.
-Por cierto, ¿qué ha pasado con la chava que te gusta? -pregunta él justo en ese momento.
Aquello hace que pierda el hilo de lo que estaba hablando, y que la cruel realidad se imponga frente a mí. ¿De qué me serviría acercarme a él si de todas formas él va a estar pensando en alguien más?
-Lo mismo que ha pasado y pasará -le digo yo-. Nada.
-¿No te has intentado acercar a ella? -pregunta él mientras voltea a verme.
Yo evito su mirada. No quiero hablar de ello, pero supongo que no tengo alternativa.
-Voy a renunciar -afirmo tajantemente-. Creo que desde el principio siempre supe que lo haría.
-¿Por qué? -inquiere él confundido.
-Porque es más importante para mí la felicidad de esa persona que el que esté conmigo -le contesto finalmente mirándolo a los ojos.
Esa es la simple verdad. Es mucho más importante para mí verlo a él feliz que el hecho de que esté conmigo, o peor aún, a arriesgarme a la posibilidad de que él me rechace y no quiera volver a saber de mí.
-Oye, cambiando de tema -dice él con la mirada clavada en su cuaderno. Es obvio que no le presta atención a los problemas, pues empieza a rayar una de las esquinas de su libreta con garabatos-. ¿Recuerdas que te hable que me había metido con chicos gay?
¡Madre mía! ¿Acaso Víctor estaba pensando en hacerme una propuesta? Pero si él sabe que yo soy gay, o cualquier cosa que sea por estar enamorado de un chico ¿por qué me había preguntado en femenino sobre la persona que me gusta?
-Sí -le contesto con algo de reticencia.
-¿Tú crees que dos hombres se pueden realmente amar? -inquiere él finalmente.
No le contesto de inmediato, lo cual hace que él hable más.
-Mucha gente suele condenar muy feo a los gays -cuenta-. He oído que muchos dicen que los gays solo buscan sexo, pero no creo que todos busquen solo eso, ¿o sí? Es decir, también entre los heterosexuales hay quienes solo buscan sexo, pero hay otros que buscan algo más. Incluso si uno es de los que en un principio solo busca sexo puede terminar enamorándose, ¿no? ¿Por qué debería ser sustancialmente diferente entre los gays?
No sé que contestarle. ¿Sospecha algo o solo es un tema casual? Quizás es una duda que tiene desde mucho tiempo atrás, pero solo conmigo ha encontrado alguien en quien confiar para sacar esos temas a colación y no recibir burlas e insultos.
-¿Tú qué piensas? -pregunta él nuevamente ante mi silencio.
-Es un chico -contesto sin mirarlo. Las palabras surgen de mis labios sin que las haya razonado.
-¿Es un chico? -repite él confundido.
Yo inhalo profundamente mientras mantengo la mirada en el muro que se encuentra frente a los dos. Si ya le confesé la primera parte no me cuesta nada explicarle.
-La persona de la que estoy enamorado es un chico -aclaro.
-¡Oh! -es lo único que le oigo decir.
Quiero voltear a verlo para saber su expresión, pero también tengo miedo. Tengo miedo de que esa revelación le lleve a concluir que el chico que me gusta es él, y que eso implique el fin de nuestra amistad.
-Entonces supongo que tú si crees que dos hombres se pueden amar -dice él casi murmurando.
Yo permanezco con la vista clavada en el muro de enfrente. Me siento incapacitado para mirarlo, el miedo no desaparece aunque su tono de voz no suena a que este molesto o decepcionado. Más bien parece esperanzado, si soy sincero. ¿Pero esperanzado en qué?
-Israel, si tú has decidido renunciar a ese chico, quizás… no sé… podrías… fijarte en mí -dice él. Comienza con una voz fuerte y segura, sin embargo, la última parte de su discurso es apenas un susurro. Eso hace que yo no pueda estar seguro de haber oído bien.
-¿Qué fue lo que dijiste? -inquiero volteándolo a ver finalmente, mientras mi corazón comienza a acelerarse.
-Me gustas mucho Israel -me dice él mientras su rostro se acerca lentamente al mío.
No puedo creer lo que estoy oyendo. Debo estar alucinando, puesto que aquello no es posible. Es sencillamente imposible que Víctor me esté diciendo que yo le gusto a él.
Sin embargo, de pronto sus labios me demuestran que no estoy teniendo alucinaciones auditivas, puesto que se estampan contra los míos y comienzan una suave danza acompasada. El sabor de sus labios es mejor de lo que había soñado. Sin separar nuestras labios nuestros cuerpos se mueven, hasta que quedo recostado boca arriba y él encima de mí, apenas recargando su peso lo suficiente para saber que está ahí pero sin volverlo incómodo.
Cuando nuestros labios se separan aún me parece difícil de creer. Su rostro se separa un poco del mío mientras me observa atentamente, al igual que lo hago yo. Intento convencerme que seguramente estoy soñando, pero no hay nada que me lo indique de esa manera. Estoy cien por ciento seguro que no puede tratarse de un sueño, aunque lo que esté sucediendo sea increíble.
-Estoy enamorado de ti Israel -dice él mientras me mira fijamente.
-Pero yo creí… -comienzo a decir, pero él me interrumpe.
-¿Qué se trataba de una chica? No. Siempre se ha tratado de ti Israel -dice él mientras deja que sus dedos acaricien mi pómulo y mi mejilla-. Sé que parece extraño, pero eres la primera persona por la que siento una atracción que no implica solo querer coger. Cuando te veo siento algo más, algo que me atraviesa el corazón y me hace desear tenerte a mi lado, poder abrazarte y protegerte.
Siento como mi corazón se infla al escuchar esas palabras, y es que oírlas mientras veo sus profundos ojos oscuros me hace darme cuenta que está siendo totalmente sincero. Jamás lo he visto ver a nadie con esa ternura y pasión en su mirada. Siento mis ojos aguarse mientras pienso en todo lo que ello implica para el presente y el futuro.
-Claro que si tú no sientes nada por mí… -dice él mientras empieza a incorporarse.
Pero antes de que pueda hacerlo lo detengo poniendo una de mis manos detrás de su nuca.
-Eres un tonto -le digo antes de levantar mi cabeza para poderlo besar.
Cuando termino de besarlo él parece confundido. Así que decido explicarle:
-Eres tú. El chico al que pensaba renunciar eres tú.
Al principio parece que él no me cree, pero lentamente su rostro da paso a una sonrisa como nunca he visto en su rostro. Es una sonrisa de éxtasis total.
-Supongo que eso significa que tú no tendrás razón para renunciar, y yo podré estar con la persona de la que me he enamorado -dice él mientras deja que su cuerpo se pose suavemente contra el mío.
Sus labios vuelven a pegarse a los míos, pero esta vez con más fuerza, más desesperación, como si el hecho de saber que es correspondido desde hace tiempo le diese un nuevo impulso. Mi boca se entreabre para poder atrapar su labio inferior, pero él usa ese instante para meter su lengua dentro de mí, la cual comienza a entrelazarse con la mía, reconociéndose por primera vez.
Nuestras lenguas no son lo único que se está reconociendo. De repente mis manos parecen poseídas de voluntad propia mientras recorren su rostro, acariciando cada una de sus facciones, sintiendo la textura de su piel, lo rasposo de su escasa barba que vuelve a salir.
En determinado momento él hace que nos demos la vuelta, esta vez quedando yo encima de él. En cuanto estamos así él empieza a meter sus manos por debajo de mi playera, acariciando mi espalda baja y mi cintura. Mi respiración se agita al pensar que estamos solos en mi casa por horas. Todo podría pasar.
No es solo emoción lo que recorre mi cuerpo, también siento miedo. Una cosa es soñar con algo y otra muy diferente hacerlo en la realidad.
-¿Qué pasa? -me pregunta él al ver la expresión de su rostro, aunque deja sus manos sobre mi cintura.
-Víctor, yo jamás lo he hecho -le contesto atropelladamente.
Él me mira con una sonrisa tierna.
-Bueno, para mí será la primera vez que lo haré con alguien de quien me he enamorado -contesta él-. Así que podemos decir que para ambos será la primera vez.
Suelta una ligera risa para después mover sus manos y atraerme más hacia él, hundiendo su rostro en mi hombro, inhalando con fuerza, lo cual me provoca escalofríos.
-Si no quieres no tenemos que hacerlo -me dice él sin dejar de abrazarme.
Pero quiero hacerlo. Tengo miedo, pero no puedo pensar en otra cosa que desee en el mundo más que estar con Víctor. Excepto quizás estar la vida entera a su lado. Sin embargo, eso es más bien cuestión de tiempo, mientras que tener relaciones sexuales con él sería algo en el presente.
Me equivoco. No sería tener relaciones sexuales con él. Estoy convencido que aquello implicará más que eso. Con él realmente se trataría de hacer el amor.
Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Alguien sin experiencia puede pensar en una manera de complacer a un hombre que ha tenido múltiples experiencias con otras personas? Las dudas me carcomen. Mi única referencia es el mundo de los sueños, y no parece una buena referencia desde una perspectiva racional.
Comienzo a acariciar el cabello de Víctor con una mano y con la otra su cuello. El contacto con su piel me produce chispas que parecen encender un fuego potente, y sé que él siente lo mismo cuando sus brazos se cierran con fuerza alrededor de mi tronco.
-Quiero hacerlo -le digo mientras mis labios chocan contra su cuello, comenzando a besar y succionar levemente.
No es momento para dudas. Hacer el amor no es un acto racional, es un acto intuitivo, emocional; y como tal he decidido que me dejaré guiar por mi instinto y mis emociones. Algo en mi interior me dice que no importa que Víctor haya tenido encuentros sexuales antes y yo no, puesto que independientemente de eso como él lo ha dicho aquella será la primera vez para ambos. La primera vez que haremos el amor.
Víctor vuelve a acariciarme debajo de mi playera, esta vez llegando más arriba, tocando mis costillas y deslizando sus dedos por sobre de ellas con suavidad. Mientras tanto yo beso su cuello y la línea de su mandíbula, subiendo lentamente hasta llegar a su oreja.
Después de un momento ambos nos incorporamos a medias, yo arrodillado, todavía sobre sus piernas en tanto él se sienta. Lentamente, casi con timidez, voy levantando la playera que él lleva ese día. Él levanta sus manos para permitirme quitársela por completo, dejando a la vista su torso. No es como esos de los anuncios donde siempre usan chicos con pectorales y abdominales increíbles, es simplemente un torso que se estrecha un poco en la cintura, cubierto por aquella piel morena que me vuelve loco, donde lo único que resalta son sus tetillas por ser más oscuras que el resto de su piel. Y sin embargo, a pesar de no ser un torso de comercial, me gusta más por el simple hecho de pertenecer al chico que se ganó mi corazón sin proponérselo.
Mis manos se escurren por aquella piel que tanto me gusta. Mis pulgares juegan con cada una de sus tetillas al mismo tiempo que él cierra los ojos. Una sonrisa beatífica aparece sobre sus labios. Sé que disfruta de eso. Así que me dejo llevar, y acercándome a él pegó mis labios sobre su pecho. Beso su tetilla primero con delicadeza, para luego comenzar a lengüetearla y finalmente morderla suavemente. Mientras estoy inclinado besando su pecho, siento como él comienza a jalar mi playera por mi espalda. Cuando llega lo suficientemente arriba me jalo hacia atrás mientras estiro mis brazos, permitiendo que él me la retire por completo.
Vuelvo a besar su cuello mientras él acaricia mi espalda y hunde su rostro en mi cabeza, entremezclando su cálido aliento entre mis cabellos. No sé que me gusta más, si el sabor de la piel de su pecho, la sensación que me da su aliento enredándose entre mis cabellos o sus manos que danzan sobre mi columna y mis costillas. Tal vez no se trate de que una de esas cosas me guste más que otras, quizás se trate de una única sensación: la sensación de compartir todo eso con el chico que amo.
Amor. Una palabra muy fuerte que sin embargo sé cierta mientras mis manos se deslizan por el abdomen de Víctor, mientras hundo mi rostro en su pecho inhalando su aroma y dejo que mi mejilla se deslice por él.
En poco tiempo ambos volvemos a estar recostados besándonos. Él sigue acariciando mi espalda, pero hay algo nuevo que antes no estaba, dos durezas a la altura de nuestra entrepierna que a pesar de la ropa que hay entre ellas no dejan de rozarse. Mis manos se mueven por sus costados desde sus hombros hasta sus piernas mientras no paro de mover mi cadera en círculos, mientras que él hace un movimiento más hacia arriba y hacia abajo.
-Israel -dice él con voz ahogada cuando nuestros labios se separan.
Sus manos se deslizan por debajo de mi pantalón y mi ropa interior para acariciarme el trasero. Me recorre un escalofrío, mezcla de placer y miedo. Sin embargo, me recuerdo que he decidido dejar el miedo atrás. Beso nuevamente su cuello mientras me las arreglo para meter una de mis manos entre nuestras caderas y poder acariciar su miembro sobre el pantalón. Dejo que mi mano envuelva aquel pedazo de carne y la tela que lo rodea, y comienzo un movimiento que va desde la base de su pene hasta la punta.
-Ya no aguanto -dice él mientras me empuja hacia arriba.
Ahora me toca ponerme en cuatro. Él se pone justamente encima de mí, restregándome su paquete contra mi culo. Comienza a besarme la espalda mientras sus dedos se afanan en desabrochar mi pantalón. No puedo evitar arquearme ante la sensación que me producen sus labios deslizándose por mi espalda. Cuando al fin desabrocha mi pantalón, mete sus manos por debajo hasta poder acariciar mi pene con una mano. Con la otra me doy cuenta que se está desabrochando su propio pantalón, puesto que roza ocasionalmente mi trasero.
Al final logra desabrochar su pantalón, y baja la prenda de ambos hasta las rodillas, para empezar a frotar su pene sobre mi culo con solo la tela de la ropa interior de por medio, mientras sus manos me toman por el pecho para acariciarme las tetillas y sus labios alcanzan mi oído para besar su lóbulo.
-¿Quieres que te lo meta? -susurra en mi oreja.
-Antes de eso quiero otra cosa -le respondo.
No sé bien como lo logro, pero consigo darme la vuelta debajo de él, de manera que quedo tendido de espaldas con su entrepierna sobre mi rostro. Él comprende de inmediato mi deseo de hacer un 69, puesto que deja caer su cuerpo sobre el mío, con su bulto pegado a mi rostro. Con mis labios yo recorro la forma de su miembro que resalta debajo de la ropa interior, mientras que él imita mi movimiento sobre mis genitales.
Subo mi mano rozando su abdomen hasta llegar al elástico de sus interiores, el cual jalo hacia abajo para dejar a su pene libre. Es una visión espléndida la que se presenta ante mí: su falo totalmente erecto, con aquellos testículos colgantes por debajo. Inmediatamente hago que mi lengua pase por todo su tronco, saboreándolo como si se tratara de un helado. Con diferencia el helado más tentador de mi vida, pues no solo me hace salivar, sino hasta me parece que mi propia verga cobra mayor dureza ante la idea de encontrarme finalmente frente a frente con el objeto de mis fantasías.
Víctor mientras tanto ha conseguido levantar una de las perneras de mi bóxer, dejando con libertad mis bolas, las cuales se dedica a lengüetear con delicadeza. Llega incluso a meterse mis testículos en su boca, masajeándolos suavemente con su lengua.
Comienzo a comerme su verga mientras mis manos se deslizan por arriba de él, rodeando sus nalgas. Bajo también sus calzones por la parte de atrás, para poder acariciar aquel traserito con total libertad, sintiendo el contacto de su suave piel directamente bajo las yemas de mis dedos. Aprieto sus posaderas disfrutándolas, pues estrujarlas me da un extraño placer. Cada vez me acerco más al valle que se encuentra entre ellas, y cuando llego dejo que mis dedos se deslicen por el fondo hasta que uno de ellos topa con un pequeño botón que se contrae involuntariamente. Hago que mis dedos estimulen con cuidado los bordes de aquel agujero cerrado mientras ya su pene ocupa por completo mi boca.
Con cuidado voy presionando cada vez con mayor fuerza la entrada de su recto mientras con la boca succiono y saco su miembro. Me trago su falo casi por completo para después sacarlo hasta solo tener la punta dentro de mi boca, la cual me dedico a estimular con la lengua rodeándola e intentando meter la punta por el agujero de su uretra.
Finalmente consigo que uno de mis dedos entre en su interior. Voy poco a poco, pero puedo sentir como él se tensa y deja de besar mis testículos.
-¿Te molesta? -le pregunto tras sacar su pene de mi boca.
-Continúa -dice él con voz desfallecida. Sin embargo, entiendo que ese tono es resultado de que realmente le gusta lo que le estoy haciendo.
Chupo uno de mis dedos para hacer más fácil la tarea de penetrarlo, tras lo cual comienzo nuevamente a chuparle el pene y a penetrar su ano. Él no vuelve a la tarea de besarme los testículos, pero no me importa, pues lo que verdaderamente me gusta es sentir su cuerpo que se tensa, su respiración acelerada y su rostro restregándose contra una de mis piernas mientras suelta gemidos de satisfacción, lo cual es síntoma de que le está gustando lo que estoy haciendo.
Logro tragarme su miembro hasta que mi nariz se hunde en los vellos que decoran sus bolas y mi barbilla choca con su pubis. Por detrás, mi dedo ya logra entrar sin ningún problema por lo que cuando saco su pene de mi boca aprovecho para tomar más saliva entre mis dedos y ahora intentar introducirle dos. Oigo su gemido claro y potente cuando empiezo a penetrarlo nuevamente, pero él no me pide que pare, y yo no tengo intenciones de hacerlo.
-Basta -dice él de repente separándose de mí.
Aquello me saca de onda, pero la visión de su rostro frente al mío cuando se coloca justo encima de mí hace que me olvide rápidamente del asunto, especialmente cuando sus caderas se asientan sobre las mías.
-Sé que hace ratito quería penetrarte -dice él a pocos centímetros de mi rostro-, pero ahora creo que si esto va a hacer la primera vez de ambos quiero que sea la primera vez completa.
-¿De qué hablas? -le pregunto, aunque dentro de mí algo lo intuye y hace que mi pene gane más dureza si es posible.
-El ano es el único lugar del que sigo siendo virgen -contesta él mientras se desliza hacia abajo para poder desprendernos a ambos de lo único de ropa que nos queda.
Después de eso se dirige hacia su mochila, de dónde saca un condón que traía consigo. Me quedo tendido de espaldas mientras él me pone el condón con cuidado para después colocarse él mismo de tal manera que pueda sentarse sobre mi verga. Es la misma posición que tuve en mi sueño hace quince días, y la idea me encanta. Él toma mi falo con su mano orientándolo justo hacia su ano, y comienza a sentarse. Me recuerdo a mí mismo que aquello debe ser difícil, así que me contengo de levantar mis caderas y meterle así con fuerza mi miembro en su interior.
Él va clavándose mi herramienta poco a poco mientras intenta respirar profundamente. Cuando lleva la mitad dentro retira su mano y continua su camino hacia abajo. Finalmente logra que su culo se asiente directamente sobre mis caderas, y con ello suelta un gemido de satisfacción.
Es genial la sensación de su culito apretado, cuyas paredes presionan a mi pene por todas direcciones. Lo tomo de la cintura, sencillamente sintiendo el placer que me da la sensación de saber que estamos completamente unidos.
Víctor comienza a moverse, primero solamente su cadera en leves círculos, pero poco a poco empieza a alzar sus caderas para comenzar un movimiento de mete y saca que me transporta al paraíso. Lo ayudo de dos maneras, moviendo mi cadera hacia arriba y hacia abajo y cargando algo de su peso con mis manos en su cadera cada vez que él se levanta.
Las penetraciones parecen volverse cada vez más profundas. Sé que es físicamente imposible que mi pene llegue más adentro que lo que logramos inicialmente, pero así me lo parece. Quizás sea solo el efecto que resulta de que cuando Víctor levanta las caderas prácticamente solo queda mi glande dentro de su recto, o quizás sea la fuerza con la que comienzan a chocar mi cadera contra su trasero mientras la velocidad del movimiento aumenta. En cualquier caso aquello me hace desear tener a Víctor más cerca de mí, y lo logro pasándole mis brazos por la espalda y atrayéndolo hacia mí, hasta que su rostro queda justo frente al mío.
-Te amo Israel -murmura él antes de estamparme un beso.
En esa posición Víctor ya no puede saltar hacia arriba, pero el movimiento de nuestras caderas mantiene el mete y saca sin dificultades.
-Yo también te amo -le digo mientras entierro mi rostro sobre su hombro y lo abrazo con más fuerza.
Siento como mi placer comienza a incrementarse cuando oigo a Víctor gemir con fuerza y siento como su recto aprieta con fuerza mi pene, como no lo había hecho hasta el momento. Su recto se contrae de una manera que me lleva a un éxtasis completo. Siento mi orgasmo mientras aprieto el cuerpo de Víctor contra el mío y le empujo mi miembro lo más dentro posible, como si fuera posible a pesar del condón que mi semilla se depositara en su interior y de esa manera le estuviera regalando lo mejor de mí.
Dura solo un momento, pero se trata del instante más sublime del mundo. Cuando el orgasmo pasa mi abrazo pierde fuerza, pero no necesito de fuerza para sentir el cuerpo de Víctor sobre el mío, puesto que Víctor permanece en esa posición mientras su respiración se normaliza poco a poco.
-Jamás me había venido sin penetrar a alguien o sin la ayuda de una mano -comenta él mientras besa mi cuello.
-Eres fantástico -le digo yo mientras acaricio con sutileza su espalda.
Nos quedamos un buen rato ahí, sobre la alfombra, uno sobre el otro, disfrutando del contacto de nuestros cuerpos desnudos, aunque quizás no como hace un momento. Después de todo, aún faltan un par de horas para que llegue alguien más a mi casa. Horas que puedo disfrutar en compañía del único chico que me gusta en el planeta.
-Israel -dice él de pronto mientras coloca su rostro sobre el mío.
-¿Qué sucede? -inquiero yo.
-¿Somos novios? -me pregunta él con algo de pena.
-¿Quieres ser tú mi novio? -le regreso la pregunta sonriendo.
-Me encantaría -contesta él antes de besarme nuevamente con una mezcla de ternura y pasión.
Me emociona pensar que finalmente conseguí que mis sueños se hicieran realidad, y que ahora podré despertar cada mañana sabiendo que no fue un sueño, sino que en algún lugar alguien más se despierta igualmente pensando en mí, esperando el momento de verme. Estoy convencido que algún día podría despertarme al lado de ese rostro que tanto me gusta cada mañana, sabiendo que tendríamos la vida completa por delante para amarnos.