La culeaba suave, despacio y le dejaba ir la verga hasta el fondo, causándole una serie de gemidos que me derretían de placer, sentí que la leche había comenzado a subir y no hay forma de pararla, ella empezó a gritar que la sentía muy gorda, que le bañara de leche el culo, y fue aquello lo que disparó una de las mayores corridas o venidas que recuerdo en mi vida.
Desde un principio supe, y resulta casi innecesario decirlo, que la relación con mi sobrina no tenía el menor futuro. Lo único que podíamos hacer era gozar y darnos placer a escondidas mientras fuera posible. Ella juraba estar perdidamente enamorada de mí…yo trataba de no demostrarle que se me iba convirtiendo en obsesión. Además de guapa, es una morena de trato encantador, alegre, graciosa…y uno de los seres más generosos y humanos que he conocido en mi vida. Difícil no querer a alguien así.
Volvimos unos días al mismo pueblo donde iniciamos nuestro amor el siguiente mes, inventando otra buena excusa. Fue un hotel diferente, mejor en algunas cosas pero menos agradable en otras. Claro que para nosotros dos fue lo mismo, prácticamente, ya que sólo salíamos a comer y cenar, volviendo con toda rapidez al cuarto para continuar ardientemente nuestras tareas chupatorias, jugosas, seminales, eyaculatorias, orgásmicas, etc.
Muy de vez en cuando nos reunimos la familia entera en la capital, y siempre hicimos gala de una discreción a toda prueba, aunque mostrando el cariño que siempre nos hemos tenido el tío y la sobrina. Cada vez que yo podía, me inventaba salir el día completo con un amigo, y me iba con ella a su apartamento. Lo primero, lo que más me estimulaba en cuanto llegaba, era sentarla en el brazo de un cómodo sofá, cerca de su PC, y subirle la falda o bajarle los pantalones y lencería, descubriendo ese pozo de delicias: si panocha, si chocho, si papaya, si pucha, si coño, si concha cada vez más velludo, que se me abría perfumadamente enseñándome el clítoris prodigioso y excitante…Siempre he sido uno de esos hombres que disfruta mucho más dando que recibiendo placer. El ver y sentir a mi hembra gozar y llegando a niveles realmente altos es para mí lo más hermoso que existe.
Una vez inventamos que necesitaba mi consejo en algunos asuntos familiares y me quedé a dormir en su casa…Es por demás comentar que lo que menos hicimos fue dormir. Gozamos en aquel sofá por la mañana y, por la tarde, volvió a tener allí mismo tres o cuatro orgasmos seguidos, con mi lengua y mis labios devorando su cachonda vulva, su hinchado clítoris. Al terminar la sesión, y notando mi verga tiesa y dura, me ofreció su culo. Estando los dos de pie, dobló la cintura hasta tocar el piso con las palmas de las manos…Abrí sus nalgas y, ensalivándome bien el dedo medio, fui sobando, masajeando, frotando y mojando aquel misterioso y hasta entonces virgen agujero…Me ayudé con la mano, presionando la cabeza de mi verga hasta sentir que penetraba por el apretado redondel.
Murmuraba que le dolía ligeramente pero que eso le añadía más placer y le encantaba sentirlo. Mientras se la iba empujando y viendo como desaparecía dentro de aquel oscuro anillo, cada vez más estirado y apretado, le pedí que me hablara, que me dijera cosas cachondas y excitantes…El comenzar a hacerlo motivó que mi calentura se fuera a tope y antes de lo que hubiera deseado empecé a vaciarme dentro de ella con una sabrosa y abundante eyaculación que me hizo caer sobre su espalda, a punto de irnos los dos sobre una mesa.
Mientras charlábamos, durante la cena, me iba diciendo que sentía mi semen dentro de ella, que no deseaba limpiarse ni lavarse, que aquello la calentaba cochinamente, cada vez más… Todos sabemos cómo excita éste tipo de conversaciones, y no habían pasado ni dos horas de la hermosa culeada a mi sobrina cuando nos subimos a su dormitorio. El clima estaba agradable y resultaba delicioso tumbarse desnudos sobre su amplia cama. A los pocos minutos le dije que se pusiera a cuatro patas y comencé a acariciar suavemente, tocando apenas con la yema de mis dedos, los labios abiertos y ya mojados de su vulva, deteniéndome de vez en cuando sobre el clítoris. Es increíble y delicioso cómo se moja en cuanto comienzo a hablarle y a contarle las cositas sucias que quiero hacerle. Y claro, no dejo de hacerlo, si además eso me produce a mí un placer enorme. Se moja tanto que la gotas comienzan a acumularse en el vértice inferior de su coño.
Mis dedos índice y medio iban entrando en su vagina y girando, mientras el pulgar no dejaba de acariciar el clítoris cada vez que se encontraba en posición. Sintiéndome caliente como pocas veces en mi vida, acerqué mi boca y mi lengua empezó a explorar poco a poco. Sentí en ella los jugos que empapaban esa velluda raja donde mis dedos entraban, giraban, salían, volvían a entrar resbalosamente, y me fui más arriba…al culo que mi verga había penetrado e inundado de leche dos horas antes. Con fruición, como un niño que mama la teta de su madre, me puse a chupar y lamer ese oscuro agujero, sabiendo que, en esos momentos, lamía también mi propio semen.
Mi preciosa hembra, mi sobrina adorada, se corrió de manera brutal, lanzando uno entre gemido y grito apagado pero sostenido mucho rato, mientras su coño arrojaba una catarata de líquido candente, chorros y más chorros que iban dejando mis manos y las sábanas literalmente empapadas, a la vez que sentía que me calentaba a nivel poco común. A los pocos segundos le vino otro orgasmo, más fuerte quizá, pero sin esa sorprendente pseudo eyaculación. Mi propio cuerpo se sentía como si hubiera lanzado todo el semen habido y por haber de mis propios testículos…Fue una deliciosa sensación de agotamiento y escuché cómo me preguntaba varias veces que ‘qué era lo que le había hecho’, que había sentido como si tuviera muchas manos acariciándola al mismo tiempo.
Casi dos semanas después mi sobrina cachonda requirió mi presencia en su casa por varios días, con objeto de ayudarla a colocar libros, cuadros, revisar su PC en busca de virus, instalar varios programas, etc. No solamente no encontré oposición en mi casa sino que me alentaron a ir, aduciendo lo poco que salía últimamente.
Me parece recordar que estuvimos de martes a sábado en su apartamento, casi sin salir para nada. Fuimos cogiendo, follando, mamando, lamiendo de todas las maneras imaginables, pero la noche de ese viernes permanecerá en mi mente, en las células de mi cuerpo por siempre jamás…Nos habíamos acostado en su cama, más bien cansados del maratón de cuatro días y creo que ya solamente planeábamos dormir. Por alguna razón toqué suavemente uno de sus pechos. Sentí su reacción inmediata y aquello me encendió. Me puse a mamar el pezón y ella comenzó a ‘hablarme’, diciéndome en voz baja: “chupa, mi niño, chupa a mamita… mamita te va a dar su leche…su leche de arriba y su leche de abajo”-“Eres mi niño y te voy a enseñar a coger bien para que siempre estés conmigo y me metas tu verga y me culees” “¿Te gusta envergar y encular a tu mamita, cariño mío?”
Fue indescriptible la calentura que nos despertó a ambos aquel momento…Su cara estaba encendida y su expresión denotaba el deseo bestial. Mi mano fue a sus ingles y sentí lo mojada que estaba ya…la fui masturbando suavemente, sobando su gordito clítoris de diferentes maneras. Tuvo un orgasmo muy fuerte e, incorporándose, me pidió que se la metiera por el culo…Mi verga estaba adecuadamente tiesa para tal labor y coloqué a mi sobrina a cuatro patas en el borde de la cama…
Mojé mi polla en su chocho varias veces, dejándola brillante y resbalosa y procedí a la exquisita tarea de abrirle el ojete con ella, suavemente, procurando no hacerle daño. Gimió que le dolía pero que no me detuviera, que se la metiera a fondo… ¡qué maravilla es ver la propia verga entrando y saliendo de un agujero como ese en una mujer como esa!
No dejaba de hablar, de decirme que iba sintiendo cómo se me engordaba la verga dentro de ella. Me pidió que la tomara de las caderas y se las apretara, cosa que hice con el mayor gusto…La culeaba suave, despacio…y de pronto le dejaba ir la verga hasta el fondo, de golpe, bruscamente, causándole una serie de gemidos que me derretían de placer.
Cuando me fui acercando a ese ‘punto de no retorno’, donde el hombre siente que la leche ha comenzado a subir y no hay forma de pararla, ella empezó a gritar que la sentía ‘muy gorda ya”, que le “bañara de leche el culo”…y fue aquello lo que disparó una de las mayores corridas o venidas que recuerdo en mi vida. Mi sobrina me dijo luego que me oyó gemir como nunca, un estertor casi animal, mientras me desplomaba sobre su espalda y sentía como mi verga se convertía en una manguera a presión, lanzando chorros y más chorros de crema en las profundidades de su culo…
(Continuará)
Autor: Miura